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viernes, 30 de julio de 2010

Cap. 31 ¿Celos?

Caminamos largo tiempo, en mi opinión demasiado tiempo. Mis piernas se habían adecuado al movimiento unos veinte minutos después de empezar a caminar, pero eso no significaba que no pudieran volver a sentirse cansadas.
Todos los músculos me molestaban, pero traté de no dejar que eso se notara en mi expresión, pues Thomas estaba realmente emocionado con la idea de llegar a Suiza relativamente pronto. Yo tomaba su brazo con fuerza y él me miraba de cuando en cuando con una de sus hermosas sonrisas pintadas en el rostro para infundirme valor. Matt caminaba a nuestro lado, siempre bromeando para hacer el camino más ameno. El sol se ponía en el horizonte, y nosotros nos hallábamos aún entre aquellas montañas que parecían un par de vigías guiándonos en el camino.
Seguimos los rieles del tren, pues en ese camino fue que Thomas vio el pueblo; según él, no faltaba mucho.
La tenue luz del crepúsculo iluminaba mi piel marfileña dándole un tono rojizo mientras seguíamos avanzando por el intrincado sendero que nos conduciría -con suerte- a una casa donde nos acogerían aquella noche para que pudiéramos asearnos y dormir 'cómodamente' en un sitio decente.
-¿Cuánto falta?- pregunté una vez más, Thomas bajó sus ojos y los posó su mirada en la mía.
-Sólo un poco más- respondió sonriendo. Debo decir que su entusiasmo era contagioso, y no tardé mucho en volver a recolectar energías para poder seguir caminando el trecho que nos faltaba.
A esa altura, Matthew había dejado de hablar y una nueva pesadez era la que ahora nos acompañaba en nuestro camino a lo desconocido. El silencio me aprisionaba los oídos y cuando estaba a punto de explotar por la desesperación, Thomas susurró:
-Ya falta muy poco. Si mal no recuerdo al torcer en aquella esquina podremos ver las primeras casas.
Lo miré. Estaba radiante de contento, sonreí ante tan hermosa imagen.
Seguimos caminando y caminando, cada vez más expectantes y alertas ante cualquier indicio de civilización. Al parecer la memoria de Thomas no fallaba; el camino daba un brusco viraje hacia el este, y cuando tomamos la curva con paso pausado pero decidido pudimos atisbar las primeras señales de hogares con chimeneas encendidas.
-¡¡Ahí está!!- gritamos Matt y yo al mismo tiempo. Nos miramos y reímos también a la vez, lo que causó otra carcajada, esta vez con Thomas incluido.
La visión de las pequeñas casitas sirvió como incentivo para hacernos caminar a paso veloz entre las rocas que se juntaban en el medio del camino, ahora iluminado por una luz blanca; pues el sol ya se había ocultado y la noche lo había relevado en un abrir y cerrar de ojos. La luna, en cuarto creciente, iluminaba con intensidad el cielo, un cielo totalmente negro como de terciopelo sin una sola estrella visible en la penumbra.
La casa que teníamos más cerca estaba totalmente apagada, no habían luces dentro ni tampoco se podía ver el humo saliendo de la chimenea; debía estar deshabitada. Caminamos un poco más, hacia una casita pequeña donde el humo si brotaba a borbotones por el pequeño agujero que era la chimenea. Las ventanas estaban cegadas con tablas, lo cual ya era parra mi algo totalmente normal.
Juntos subimos las escaleras que daban al porche, y una vez ahí nos miramos las caras esperando a que alguno hiciera algo. Al ver que nadie se decidía a moverse, Thomas levantó un puño y tocó tres veces la puerta.
Nada pasó, pero Thomas volvió a tocar y esta vez pudimos oír cómo se movía alguien adentro.
-¿Quién es?- era una voz de mujer. Sonaba asustada, como si hubiera estado esperando nuestra visita aunque no quisiera que llegara.
-Eh... Pues... - todos nos miramos las caras. ¿Quiénes éramos? la verdad, no lo sabía.
-Disculpe, buscamos refugio. Una bomba impactó muy cerca del tren en el que estábamos y necesitamos un lugar donde dormir...- Matt intervino con voz monótona. Eso no era del todo mentira... De acuerdo, quizás no habíamos mencionado que a los demás los habían salvado y que nos habíamos escapado pero técnicamente eso no era una mentira, sólo había sido no decir toda la verdad.
-¡Oh santo cielo!- se oyeron pasos del otro lado, y luego el tintineo de unas llaves.
La puerta se abrió y dejó ver a una mujer baja de edad mediana, quizás la misma que tenía mi madre. Tenía los ojos oscuros, casi negros y una cabellera castaña que le llegaba hasta los hombros
-Pasen pasen, y disculpen que no haya abierto antes. La verdad estoy un poco nerviosa, no he tenido noticias de mi esposo en meses... Está en el ejército y temía que pudieran venir a informarme que...- se le quebró la voz. Yo sabía qué era lo que temía que le informasen; era lo mismo que yo había temido cuando vi a Thomas plantado ante mi puerta vestido de soldado. Ella temía que su esposo hubiera muerto.
Ella no volvió a mencionar palabra, pero con un gesto de la mano nos indicó que pasáramos a su casa.
Los tres entramos, yo me sentía bastante cohibida aunque estaba contenta de por fin poder tomar aliento, de poder respirar tranquila. Al menos hasta que volviéramos a partir...
-Mi nombre es Camille, Camille Arsène- dijo la mujer, ya un poco más calmada.
-Yo soy Elizabeth Donovan- señalé a Matt -, él es Matthew Cromwell y él es Thomas Masen- dije por último señalando a Thomas.
-Pues es un gusto conocerlos- la mujer hablaba en francés, y me dio gusto poder presentarnos sin dudar si lo había hecho bien; quizás las infinitas repeticiones de Thomas me hubieran ayudado a mejorar un poco en ese aspecto- Supongo que tendrán hambre, y se ven un poco cansados. Arriba hay una habitación vacía; los caballeros pueden dormir allí y Elizabeth puede dormir con mi hija Amelie.
-Muchas gracias- dijo Thomas con su encantador acento francés-. Si no es mucha molestia también nos gustaría asearnos un poco, hemos estado varios días prácticamente durmiendo en el suelo- eso tampoco era del todo una falsedad.
-Oh, pero por supuesto- dudó un poco antes de continuar-. Eh... ¿son ustedes los únicos sobrevivientes? Yo oí la bomba, pero imaginé que había caído demasiado lejos como para afectarnos... ¿Cuánta gente había en el tren?
-Por fortuna no mucha, los demás están bien; pero prefirieron esperar a que los rescataran y nosotros ya no teníamos más tiempo para perder. Verá, tenemos que llegar a Suiza lo más pronto posible- me impresionó la fluidez con la que Thomas había cambiado los aspectos esenciales de la historia para que Camille no se diera cuenta de que prácticamente nos habíamos fugado.
-¿A Suiza? ¿En estas circunstancias? No me parece muy buena idea; hay muchos soldados en todas partes y la gente está muriendo a montones. Podrían quedarse aquí y esperar a que todo pasara, yo no tengo problema. Después de todo ¿por qué querrían ir a Suiza?
Fue Thomas el que contestó de nuevo:
-Pues, nosotros también somos soldados- dijo refiriéndose a Matt y a él mismo-. El padre de Elizabeth estaba en nuestro pelotón, y fue herido gravemente; logré llevarlo a Suiza y ahí lo atienden en un hospital. Necesitamos ir a verlo, sé parece una locura; pero es de suma importancia...- había vuelto a eludir la parte en la que Matt desertaba y la que se refería a que él debería estar muerto. Todo estaba saliendo genial.
-Oh... Yo... En ese caso... Pues, aquí pueden quedarse el tiempo que quieran. A Amelie y a mi no nos molestaría un poco de compañía.
-Gracias por su hospitalidad- contestó Thomas.
Matt no había hablado desde que llegó, quizás su francés fuera aún peor que el mio pues, aunque hubiera vivido en Francia yo tenía entendido que no salía demasiado de su casa.
-Bueno, arriba está el baño. Sería bueno que tomaran una ducha antes de comer. Tú puedes ir primero querida- me dedicó una media sonrisa-. ¿Tienes ropa? Podría prestarte algo de mi hija... En estos momentos creo que está en su habitación.
-Oh, no se preocupe. Pudimos conservar nuestro equipaje- le respondí realmente agradecida por su calidez. No nos conocía y nos estaba tratando como si fuéramos viejos amigos. Me di cuenta de cómo debió sentirse Thomas cuando llegó a casa de mi tía.
La casa era muy bonita, pintada en tonos claros que la hacían parecer mucho más grande de lo que seguro era. Los muebles de madera decoraban el lugar dándole un aspecto delicado a la habitación, y en los estantes habían muchas fotos en las cuales se veía a la familia completa. El esposo de Camille (o yo suponía que era ese) estaba casi en todas las fotografías; tenía el pelo más oscuro que el de su esposa, y sus ojos eran de un bonito color miel. Su hija también se veía muy guapa, tenía los ojos de su padre y el cabello más claro aún que el de su madre.
Subí con Camille por unas pequeñas escaleras que me llevaron al vestíbulo del piso de arriba, me indicó dónde estaba el baño y yo acudí gustosa a darme por fin el tan deseado baño.
El cuarto de baño era pequeño, las paredes estaban cubiertas de azulejos azules y blancos; el típico baño.
No me atreví a mirarme al espejo, sabía que mi aspecto debía ser deplorable; así que de una vez me metí a la ducha y aproveché cada cristalina gota de agua. Dejé para lo último lavarme el cabello, pero cuando no pude retrasarlo más me di cuenta de la terrible catástrofe en que se habían convertido mis dorados bucles.
Cuando por fin terminé me sentí como alguien nuevo, no, no alguien nuevo; más bien me sentí como si fuera yo misma otra vez.
Salí de la ducha y tomé de la maleta (que había llevado conmigo) lo primero que encontré. Me permití mirar mi reflejo en el espejo, y por suerte no encontré nada muy diferente a excepción de que quizás mi rostro se veía un poco flacucho por la falta de buena alimentación.
Con todo el gusto del mundo, saqué el peine de mi bolso de mano y me dediqué a desenredarme el cabello. Para mi sorpresa, no tardé demasiado.
Salí contenta y bajé con cuidado las escaleras. Cuando llegué a la planta baja vi que había una muchacha como de mi edad, quizás un poco menor, sentada en el sillón hablando animadamente con Thomas.
Una sensación extraña que no recordaba haber sentido invadió cada partícula de mi cuerpo. ¿Qué hacía ella hablando con Thomas? Nunca me había considerado una persona celosa, aunque quizás fuera porque no había tenido nunca a nadie que celar si exceptuábamos, quizás, a mi propio papá.
Me detuve en seco, traté de respirar profundo y me acerqué hacia donde conversaban animadamente Thomas y la que yo supuse que debía ser Amelie. Hasta que no estuve a unos pocos pasos de ellos, no me di cuenta de que Matt también participaba en la conversación.
Hablaban en inglés, lo cual me extrañó un poco pues Camille sólo había usado el francés aunque seguramente se dio cuenta por nuestros nombres de que eramos ingleses.
Era mucho mas bonita de lo que aparentaba ser en las fotos, el cabello era liso y los ojos brillantes, tenía rasgos muy finos; era un rostro realmente bonito...
Yo también era bonita ¿no era así? Siempre me había considerado una persona bonita, hasta hermosa; no era por ser egocéntrica, es más, nunca lo había sido pero al ver a Thomas allí sentado hablando con esa tal Amelie sentí la extraña necesidad de recordármelo.
Me detuve un momento para pensar. Yo no la conocía, no podía jusgar así a las personas eso no era algo educado. Volví a tomar aire y carraspeé para que notaran mi presencia.
-¡Hola!- saludó la muchacha animadamente- mi nombre es Amelie. Tu debes ser Elizabeth ¿no es así?
Se veía muy amable, y al parecer Thomas también lo creía pues estaba sonriendo de oreja a oreja.
-Eh.. Sí, soy Elizabeth- sonreí, aunque estuve casi segura de que lo único que mi rostro reflejó fue una mueca de desdén.
En ese momento apareció Camille en la habitación con una bandeja repleta de aperitivos.
-Oh querida ya has terminado, pues ahora es el turno de los caballeros. La ducha está arriba, primera puerta a la derecha. ¿Quién va primero?
Matt no la escuchaba, tenía los ojos clavados en la bandeja que llevaba en brazos, por lo que Thomas fue el primero en levantarse y dirigirse a la ducha.
Yo me senté en el lugar que él había ocupado unos minutos antes, al lado de Amelie. Al principio el silencio fue terrible, pues yo no estaba dispuesta a hablar con aquella niña que por alguna extraña razón producía en mi una horrible sensación de inseguridad que yo nunca había sentido y Matt estaba muy ocupado comiendo como para conversar con alguien.
Ni siquiera me importó toda el hambre que tenía, no quería moverme.
Ella comenzó una perorata sobre cosas insustanciales a las que yo no presté atención. Me sentí maleducada, y eso tampoco me agradó. Ella era muy amable, lo cual me hacía sentir aún más aversión hacia su persona.
¿Por qué me estaba comportando así? Debía ser más amable, ella me estaba permitiendo dormir en su casa, y su madre había sido adorable con nosotros. Traté de empezar de nuevo, y después de tomar un pastelito de la bandeja me involucré un poco más en los comentarios que hacía intentando que supiera que yo no era desagradable ni nada por el estilo.
Unos minutos después, -unos incómodos minutos después, unos minutos que se me hicieron eternos- Thomas bajó.
No recordaba lo guapo que era. Su piel ya no estaba llega de tierra y su cabello volvía a relucir con la negrura de una noche si estrellas como la que acabábamos de presenciar afuera.
Matt se levantó y Thomas tomó su lugar.
-¿Ya se conocieron?- preguntó sonriendo dirigiéndose a mi. Yo sabía a quien se refería.
-Sí- traté de sonreír, pero de nuevo, no me salió muy bien.
Ella sonrió a su vez y luego miró a Thomas, quizás pensado (como yo) en lo guapo que se veía.
-Le estaba contando a Elizabeth lo mucho que me agrada tener de nuevo más compañía que mi madre.
Ah ¿era eso lo que decía? No recordaba haber oído una sola palabra sobre el tema... Quizás fui mucho más grosera de lo que pensé.
-Oh, pues es agradable conocer a nuevas personas- dijo Thomas, y una hermosa sonrisa le recorrió el rostro.
Sonreí, pero esta vez no fue por el comentario, sino por la alegría que siempre me invadía al ver sonreír a Thomas. Esta sonrisa me salió perfecta, pues era una sonrisa totalmente sincera.
Thomas también tomó comida de la bandeja, debía estar tan hambriento como yo.
Cuando Matt volvió de la ducha también parecía alguien totalmente distinto, aunque la diferencia no era tan notoria como lo fue en Thomas; tal vez por la tosquedad de sus facciones.
Camille volvió a la habitación y se sentó a conversar con nosotros; o más bien con Thomas, Matt y Amelie pues yo estaba distante y no sabía qué decir ni cómo comportarme, lo cual era algo totalmente anormal en mi.
Creo que Thomas también lo notó, pues de vez en cuando lo veía lanzarme miradas de extrañeza; aunque luego volvía a conversar tan animadamente como los demás.
-Oh, claro. Espero que podamos ser buenas amigas.
Amelie se había dirigido a mi. ¿De qué estaban hablando? No había escuchado una sola palabra.
Traté de disimular y sonriendo lo más convincentemente que pude le respondí:
-Claro, amigas...

3 motivos para escribir(::

Naomi Trujillo dijo...

UHH!! ESTA CELOSA!! JAJA!! YO TAMBIEN LO ESTARIA PERO NO TANTO PARA NO HABLARLE O SI??

Mary(: dijo...

JAJAJA bueno, eso pronto lo veremos^^ creo que elizabeth siente que le estan quitando algo que ella considera como suyo, y es tambn la disgusta xq no esta segura se que Thomas sea exactamente 'suyo' jaja sigan leyendo y comprenderan a la pobre chica ;) besos

Ariusk dijo...

Ah Mary nena jeje q mala x no avisarme q ya habias publicado pero ya estoy aqui!!!

En fin celosa??? no deberia ponerse asi!! vamos puede que la chica le de mala espina!! si es q ese es el caso pero tampoco puede ponerse en esas!!!

Ah Thomas es un amor de muchacho nunca dejare de decirlo!!! y Matt ajaja hasta me imgine su cara de perrito con hambre cuando traian la bandeja!!!

Bueno me paso al siguiente a ver q tal es la chica esa de verdad!!! Besos nena

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