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miércoles, 16 de junio de 2010

Cap. 18 Indirectas

-Ahora es tu turno- dijo mientras me ponía en las manos la pelota con una sonrisa en la cara. Cuando su cálida piel rozó la mia ma sonrojé un poco y un escalofrío recorrió mi columna.
-De acuerdo, pero no creo poder llegar tan lejos como tú- le contesté mientras fingía estar frustrada y ponía una bien fingida cara de drama.
Él a su vez rió por lo bajo, como siempre lo hacía, y contestó:
-Eso no lo sabrás si no lo intentas.
Lancé la pelota lo más fuerte que pude y aunque, como era de suponerse, mis intentos de que la pelota llegara 'lejos' parecían totalmente nulos al lado de los de Thomas, Ricky fue inmediatamente tras ella.
El día era hermoso, el sol brillaba en lo alto del cielo y la dulce brisa me rozaba haciendo ondear al aire cada uno de mis dorados cabellos. Desde mi llegada a Paris había llovido tan pocas veces que vagamente recordaba haber tenido que quedarme adentro un día completo.
La última semana había sido... ¿Única? Sí, quizás fuera una buena palabra para describirla.
Mi tía aún no llegaba, y en respuesta a la carta que yo le había enviado unos días atrás, me había dicho -después de disculparse un millón de veces- que no estaba segura de cuándo volvería, pero que no la esperaramos hasta dentro de una semana más.
Todos los días salíamos al jardín y hacíamos miles de cosas diferentes; mis días favoritos eran aquellos en los cuales simplemente nos mirábamos el uno al otro por largo tiempo y dejábamos que nuestras miradas hablaran por nosotros, y aunque no podría afirmarlo, a mi parecer Thomas también lo disfrutaba...
Cada segundo que pasaba con él hacía que mi corazón se hiciera más grande, y que cada nuevo espacio fuera llenado con su nombre, sus miradas y sus sonrisas.
-¡Muy bien Ricky!- dijo Thomas acariciándole la cabeza cuando apareció con la pelota en la boca.
-Ahora te toca a ti. Veamos por cuánto me superas esta vez- le dije riendo.
Otra de sus desgarradoras sonrisas curvó sus labios, y sus hoyuelos se hicieron más profundos mientras la sonrisa se ensanchaba.
Sacudió la cabeza en señal de desaprobación y me dijo:
-Bueno, tienes que tomar en cuenta que estuve mucho tiempo en el ejército y eso me da un poco de ventaja, si no, serías muy buena.
-¿Un poco?- le dije sarcásticamete.
-Esta bien, 'mucha' ventaja- dijo poniendo énfasis en la palabra y guiñándome un ojo.
El color acudió a mis mejillas, otra vez. Ya era algo totalmente común que me sonrojara cuando estaba con Thomas, así que no me esforzaba mucho en ocultarlo pues estaba casi segura que él ya se había dado cuenta de que me ponía un poco nerviosa cuando estaba a su lado.
-Tengo una idea, hagamos algo en lo que 'yo' tenga ventaja.- le dije en forma de juego para retarlo. Una vez más rió dulcemente.
-Está bien. ¿Qué quieres hacer?
-Mmmm...- no se me ocurrió absolutamente nada en lo que yo pudiera ser mejor que él así que para disimular, le espeté- Ya que esta vez seré yo la que tenga la ventaja y yo soy muy justa, elige tú qué quieres hacer- dije con un tono de bondad algo exagerado, para molestarlo un poco.
Se rió de mi comentario y me dijo:
-La verdad es que eres buena en tantas cosas que no sabría elegir una...- me dijo mirando el espacio como si estuviara visualizando todas las cosas en las que yo era 'buena'.
Como era de esperarse, me puse roja inmediatamente, pero igual contesté a su... ¿alago? no estaba segura de que fuera tal cosa... En fin, le contesté diciendo:
-¿Ah sí? Pues para ser sincera yo no me imagino haciendo cualquier cosa mejor de lo que tú lo harías- le dije como para provocarlo. Era la primera vez desde que nos conociamos que nos 'alagabamos' el uno al otro aunque fuera de una manera bastante indirecta. Le sonreí abiertamente, pensando que yo había tenido la palabra final; pero de pronto un ocurrente comentario me tomó desprevenida.
-¿Lo ves? Ahí lo tienes. Tu sonrisa no se compara con la de nadie. Eres mejor en eso que cualquier otra persona.- al oír estas tiernas palabras me puse más roja que nunca, al punto de que parecía que me hubiese pegado un par de pétalos de rosa en las mejillas.
Era la primera vez que me decía algo así...
Un silencio pesado se apoderó del aire y de nuevo fue su hermosa voz la que acabó con la tensión cuando lo oí reir armoniosamente.
-¿De qué te ríes?- le pregunté aún apenada.
-¡Mira a Ricky!
Giré un poco el cuello y vi a mi mascota detrás de nosotros tratando de atrapar a una pequeñísima y colorida mariposa que había tenido la mala suerte de llamar su atención. Era una escena bastante graciosa, ya que mi Husky Siberiano de ocho meses de edad, no era tan pequeño como cuando tenía tres meses, que fue cuando me lo regalaron. Como estaba creciendo, sus movimientos no eran nada delicados, entonces se dedicaba a dar tumbos de acá para allá tratando de alcanzar al insecto.
Reimos juntos, y toda la tensión que se aculumó durante aquel momento, se evaporó instantáneamente.
De ese momento en más, el día transcurrió entre agradables charlas. Jugamos con Ricky y cuando llegó de nuevo la noche, miramos juntos las estrellas imaginando lo que se sentiría estar en una de ellas. Fue un día perfecto, y cuando ya estaba en mi habitación, a punto de recostarme en mi cama, para dormir, pensé por primera vez que quizás lo que sentía por Thomas fuera mutuo... "Tonterías Elizabeth, simplemente piensa que tienes una linda sonrisa. No te hagas ilusiones" Me dije a mi misma cuando me di cuenta de que quizá estuviera exagerando.
Como de costumbre, soñé con Thomas, lo cual causó que durmiera plácidamente.
Cuando desperté a la mañana siguiente y bajé a desayunar, después de buscar la leche, encontré a Thomas hablando animadamente con Marie.
-¡Buenos días!
-Buen día señorita- contestó Marie a mi saludo.
-¡Muy buenos días Elizabeth!- dijo Thomas sonriendo de oreja a oreja.
Les sonreí a ambos y me senté en la mesa a esperar que el desayuno estuviera listo. Thomas no tardó mucho tiempo en situarse a mi lado para acompañarme, ya que él ya había comido.
La comida estuvo estupenda, como siempre.
Le di las gracias a Marie y miré a Thomas, que en ese momento se encontraba acariciando a Ricky que acababa de bajar las escaleras para saludar.
-Y... ¿qué quieres hacer hoy?
-Mmm... Podríamos ir a la biblioteca, o quizás al jardín. Lo que tu quieras hacer estará bien para mi- me dijo con una mirada tierna que podría lograr que a cualquiera se le paralizara el corazón. No pude evitar suspirar ligeramente, auque por fortuna él no se dio cuenta.
-¿No quieres hacer algo distinto hoy? Podríamos quedarnos adentro y hablar,o ir a la biblioteca a leer un poco. Lo que tu prefieras.- le dije sonriendo.
-Pues, la verdad es que no tengo problema en quedarnos hoy en la biblioteca.
-Perfecto, vayamos.- una sonrisa pícara curvó sus labios e inmediatamente se puso en camino a la sala para subir las escaleras que nos llevarían a la biblioteca.
Ya sentados los dos en las butacas, nos sumergimos en diferentes libros y no hablamos por horas. No se oía en toda la casa un solo sonido, y mientras la lectura avanzaba me iba desconectando de la realidad cada vez un poco más.
En el instante en que sentí que estaba a punto de quedarme dormida, alguien tocó la puerta y me hizo dar un salto del susto.
-Pase- susurré aún sobresaltada.
David apareció en el salón y nos pregutó si ya teníamos hambre y queríamos almorzar. ¿Tanto tiempo habíamos pasado allí?
Thomas aceptó gustoso, y aunque yo no tenía aún nada de hambre, bajé con él las escaleras para comer.
El almuerzo se desarrolló entre agradables comentarios de los libros que cada uno había estado leyendo, y cuando ambos terminamos de comer salimos de la cocina para dirigirnos esta vez al jardín.
Nos sentamos en el césped y conversamos por horas, sobre el primer tema que se nos viniese a la mente.
-Me gusta mucho estar contigo Elizabeth.- me dijo cambiando radicalmente el tema. ¿Habría sido una indirecta? Los últimos días me había estado diciendo cosas que cualquiera podría tomar precisamente como eso. Una indirecta.
-A mi también me encanta pasar el día contigo.- le dije sonriendo, y para mi sorpresa, sin ponerme roja.
Me devolvió la sonrisa y de inmediato retomó el tema de conversación anterior a su comentario.
Esta vez me pregunté mucho más enserio si mis sentimientos por Thomas podrían ser mutuos, pero al igual que la vez pasada que planteé esa pregunta, mi mente se negó rotundamente como si fuera algo imposible, una locura...
Mientras hablábamos Ricky correteaba alrededor de nosotros, y cuando ya el sol se ocultaba, decidió que estaba demasiado cansado para seguir corriendo y se acostó a mi lado posando en mi pierna su cabezota.
Yo también tenía algo de sueño, así que me despedí de Thomas y me fui a dormir.
Las 'indirectas' de aquel día me pusieron a pensar. ¿Y si estaba intentando decirme algo pero era muy tímido para hacerlo de frente? Si fuera así, jamás llegaríamos a nada, ya que yo era demasiado... ¿Cómo decirlo? Desconfiada... pues solía ilusionarme muy facilmente y no sabía reconocer cuando estaba bien hacerlo y cuando estaba exagerando (lo cual era lo más común).
No le di mas vueltas al asunto, y me fui a dormir tratando de no pensar... Aunque, claro, me fue totalmente imposible...

1 motivos para escribir(::

Ariusk dijo...

Ahhhh indirecta esas son mas q señales de trafico jeje hay q lindo es Thomas en verdad!!! Ummm (suspiro) voy a seguir leyendo a ver si por fin alguno de los dos termina reconociendo lo q sienten!!

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