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lunes, 17 de mayo de 2010

Cap. 10 "Como una princesa"

Había pasado una semana desde mi llegada a Paris. Todo era tan perfecto que me parecía increible. La tía Lynette -a la cual yo ya había aprendido a querer- trató de que mis primeros días en aquella nueva ciudad fueran placenteros, y a decir verdad, lo logró superando las expectativas que yo misma había pautado. Todos los días me saludaba con tanto cariño que desde el primer instante me sentí amada... David se había convertido para mi en mucho más que un simple sirviente, a mi criterio ya eramos grandes amigos.
Cada día extrenaba un vestido nuevo, igual o más hermoso que el que había usado el día anterior, y mi armario estaba tan lleno -ya que mi tía compraba ropa nueva cada vez que podía- que pronto también tuve que usar el de la habitación contigua que estaba deshabitada. La casa era espectacular y tan grande que los primeros días no dejé de descubrir nuevos lugares para pasar el tiempo y divertirme; es más, estaba segura de que aún había lugares que no conocía.
Casi había olvidado que estabamos en guerra. En aquel lugar las ventanas nunca se cerraban y nadie te impedía ir a pasear al jardín o corretear por los alrededores. Agradecí que mi tía viviera en el campo y no en la ciudad donde eso no hubiera sido posible...
Estaba muy agusto en aquel lugar, eso no lo podía negar; pero cuando pensaba en mi madre, mi padre o mi hermano las ganas de estar allí se comprimian a tal punto que casi desaparecían. Aunque luego pensaba que a ellos les hubiera alegrado que yo fuera feliz y luz que brillaba en mi pecho cada vez que recordaba a mi familia (recuerdos felices, no tristes) se acrecentaba e iluminaba todo mi ser.
El segundo día que estuve casa d mi tía Lynette escribí a mi padre una sencilla carta donde señalé que me había mudado a Paris, pero nunca mencioné la muerte de mi madre. Imaginé que si lo hacía, sus ganas de sobrevivir en la guerra se desmoronarían por completo así que decidí no mencionarlo y hacerlo creer que mi madre estaba en Paris conmigo, por su bien. No había recibido respuesta alguna, pero imaginé -como ya lo había hecho antes- que estaría muy ocupado para responderme.
La mayor parte del tiempo a demás de hablar y jugar con mi tía, lo pasaba en la biblioteca leyendo algún libro. Casi siempre leía sobre historias de amor en las cuales las protagonistas eran hermosas princesas y de un día para otro se enamoraban perdidamente de algún muchacho guapo, tierno y amable. Cada vez que leía estos cuentos de hadas, recordaba eso que había estado pensando constantemente desde que me encontraba en el tren camino a Paris: ¿Encontraría yo el amor? ¿Pronto este hermoso sentimiento tocaría a mi puerta? Pero durante los primeros meses nada pasó, y tampoco me preocupé mucho al respecto pues, como mi madre siempre decía, todo llegaba a su debido momento. De todas maneras yo era prácticamente una princesa, ya que en aquel lugar me trataban como tal, en cuanto a ese amor verdadero, no había de qué preocuparse pronto llegaría...
Comía todos los días al rededor de diez "puchis" -aquella extraña fruta sin nombre- y aunque hubiera pasado tan poco tiempo en aquuel lugar, las criadas de mi tía se dieron cuenta de lo mucho que me gustaba y decidieron cortar un montón y hacer toda clase de postres con ellas. Todos me encantaban, desde luego, pero no había nada como salir al jardín en medio de una tarde calurosa y tomar unos cuantos "puchis" para comerlos a solas mientras leía.
El sonido de la puerta al abrirse me hizo perder el hilo de mis divagaciones, levanté la vista del libro que estaba leyendo en aquel momento y mis ojos se encontraron con los de David que me miraba sonriente desde la entrada de mi habitación.
- ¡Muy buenos días, señorita! He venido a enviarle un recado de parte de su tía. Hubo un pequeño problema y lamento que ella estará ausente por al menos una semana. No tuvo tiempo de despedirse ya que al parecer era algo realmente urgente, dice que no se preocupe, que sn tan sólo asuntos de trabajo.
-Ohh...- miré decepcionada a David, mi tía y yo teníamos planeado recorrer todo el jardín el día de hoy- Bueno, muchas gracias David...
-No hay de qué. ¡Oh, casi lo olvido! La señorita Lynette- mi tía tenía prácticamente prohibido que se le llamara Señora, decía que la hacía sentir "vieja"- dice traerá nuevos libros para la biblioteca, que si está interesada en alguno en específico se lo haga saber inmediatamete a través de una carta.
-Gracias David- repetí desanimada.
El sonrió amablemente y cruzó la puerta.
Bueno, si le veía el lado bueno, disponía de toda una semana para explorar aquella enorme casa por mi cuenta y también para conocer más a todas las mucamas y a todo el personal de mi tía (que a decir verdad era bastante). Aunque esto no mejoró mucho mi desilusión, hizo que disminuyera tan sólo un poco, así que me permití sonreir y bajar las escaleras para pasear por el jardín.
Afuera el día era cálido y luminoso, así que estuve caminando un buen rato pensando en la infinidad de cosas que tenía la posibilidad de hacer para distraerme.
Una de las mujeres que trabajaba en la casa, estaba realmente muy enferma de alguna gripe (nada grave). Cuando me enteré le dije a mi tía que yo quería ayudar un poco en la casa, a manera de agradecimiento por toda su hospitalidad. Ella (que no se negaba nunca a mis deseos) aceptó encomendarme algunas tareas fáciles como recoger en la mañana la leche y asear mi habitación. Así que todas las mañanas al despertarme, recogía la leche -que el lechero dejaba en la puerta principal- y la llevaba a la cocina, donde una señora muy amable llamada Marie la tomaba para preparar el desayuno, o cuando no la necesitaba, me pedía de forma maternal que la metiera al refrigerador.
Durante esa semana que mi tía estuvo ausente la mujer enferma se recuperó; pero ya que se me había hacho hábito aquello de recoger la leche, le pedí que me dejara seguir haciéndolo a lo que ella acaptó ni ningún problema.
Para ser sinceros, pase gran parte de aquella semana divagando sobre mi nueva vida en vez explorar como había dicho que haría. Envié una carta a mi tía con una lista de libros que me interesaba leer y en pocos días recibí su respuesta que obviamente era afirmativa, y que a demás decía que volvía exactamente al terminar esa semana.
El último día del tiempo que estuvo mi tía afuera lo pasé leyendo historias de princesas y hermosos principes que venían a salvarlas de algún malvado, o de nadie, sino de sus propias desdichas. Cuando cayó la noche recordé una de aquellas historias donde el principe salvaba a la princesa, no de una bruja ni de algún villano, sino de la soledad y de el sufrimiento... Casi ipso facto me sentí identificada con ella, pero no porque yo estuviera sufriendo en ese instante, porque para ser realistas lo estaba pasando en grande con mi tía, pero el dolor que ella describía era casi exactamente el que yo había sentido desde que murió mi hermano y se marchó mi padre -que luego se acrecentó al morir mi madre- y que todavía estaba ahí, en algún rincón de mi corazón. Ese día me di cuenta de que esa felicidad que sentía por estar en aquel lugar no era una felicidad permanente, que ese dolor estaba todavía en mi y que no podría hacerlo desaparecer así como así, que las heridas del corazón necesitaban tiempo para sanar, y aunque me sentía dichosa de que mi tía fuera como era, nada era lo mismo sin tu familia... Supe en aquel momento que todo ese tiempo había estado tratando de reprimir ese agudo dolor que ahora poco a poco volvía a invadirme.
Sí, así de rápido y por cualquier motivo estúpido uno recuerda que por dentro está sufriendo. Me sentí una mal agradecida y una malcriada por sentirme de ese modo en aquel lugar en el que era amada, pero no podía hacer nada. Decidí no dejar que el dolor me invadiera por completo, pero tampoco podía permitirme olvidarme de él, porque si lo olvidaba, sentiría que estaba olvidando a mi familia.
Así como así y de un momento a otro esa felicidad que había estado cultivando las últimas semanas fue desmoronándose poco a poco (pero nunca por completo). En algunos momentos debía sentirme así, pero no iba a dejar que esto fuera siempre.
Destendí la cama y me acosté, pensando que yo era "como una princesa" que aunque tenga todo lo que podría pedir, nunca estaría conforme... Quizás ya fuera el momento de que mi príncipe azul de brillante armadura viniera a rescatarme de mis propios pensamientos y a llevarme a un lugar donde él y yo pudieramos ser felices y no tuvieramos ninguna preocupacion. No, no dejaría que esto me hiciera sentir triste, así que intentando no pensar, cerré los ojos y pronto me quedé dormida...

3 motivos para escribir(::

Ana Montenegro dijo...

Chuurrii(: tu y tu protagonista quejiicaXD JAJAJA<3 Ame este caps publica pronto esa ley tuya de los 4 dias no sirve chica:$ jjaja AMO tu bloog^^

Mary(: dijo...

Churii<3 jajaj sii esa es mi protagobistaa dromedaria o dramacosa xD! JAJAJAJ gracias gracias yo tambn amo tu blog^^ mañana veo si publico 2 caps(:

Ariusk dijo...

Pues nena como quen dice hasta aquie me llego el tren me alegra de vedad q Eli la este pasando bien!! es normal q este triste pero espero en el futuro aparezca ese "principe" q ella desea!! te mando muchos besos lindas ya mañana o mejor dicho ahora seguire leyendo cuidate!!

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