-----------------------

sábado, 22 de mayo de 2010

Cap. 12 Recuerdos...

Sentí algo húmedo en mi cara, y luego algo peludo que caminaba encima de mi cabeza. Abrí los ojos y vi a Ricky mirandome con ternura. Una ojeada a la mesa de noche me indicó que era todavía muy temprano. ¡Me había vuelto a despertar a las seis de la mañana ese condenado perro! ¿Debería castigarlo para que no lo hiciera más? No, yo era incapaz de castigar a aquella bolita de pelos que hacía mis días más felices y brillantes de lo que nunca fueron. Lo tomé en mis brazos y lo miré a los ojos todavía con cara de confusión por aquel inesperado saludo matutino.
-¡Oh Ricky! ¿No tienes remedio verdad?- en respuesta a mi pregunta emitió un suave sonido que se oía más como un ronroneo que como un "ladrido" (era muy cachorro todavía para ladrar) y me lamió la cara, otra vez.
Después de abrazarlo, lo acosté en su camita -que se encontraba al pie de la mía- para que no volviera a despertarme. De inmediato profirió un leve gruñido en señal de disgusto y de un brinco subió de nuevo a mi cama. ¿No se podía quedar quieto ni un segundo? Como si hubiera leido mis pensamientos y quisiera contestar a mi pregunta, volvió a avalanzarce sobre mi y me lamió el rostro, una vez más.
Desistí de mi intento de dormir un poco y bajé de mi cama para ponerme las babuchas e ir a saludar a Marie en la cocina. Mi tía debía estar dormida todavía, así que mientras se despertaba iría a la biblioteca a terminar el libro que había estado leyendo desde hacía una semana.
Marie me saludó con mucho cariño al igual que todos los días. La casa estaba muy silenciosa -ya que casi todos estaban duermiendo aún- así que aproveché ese silencio para concentrarme en mi lectura. Al parecer Ricky quería acompañarme a leer, pues iba detrás de mi meneando el rabito de una forma bastante cómica.
Yo me senté en una de las butacas de la biblioteca, y Ricky decidió que el lugar más indicado para verme leer era sobre mis piernas. Aunque estaba un poco incómoda, la lectura fue bastante agradable. Terminé el libro antes de las ocho y cuando bajé a desayunar mi tía ya estaba despierta y vestida.
-¡Buenos días corazón! Hoy tenemos un día muy agetreado.
-¡Hola tía! ¿Ah, si? ¿Y eso por qué?- pregunté desconcertada.
-Bueno cariño, tu cumpleaños es en una semana, y aunque estemos en plena guerra no podemos dejar de celebrar tu cumpleaños número diecisiete.
-¡Oh tía! No tenías por qué..- pero no me dejó terminar la frase y dijo:
-¡Nada de eso! Ya te he dicho que tu eres ahora mi hija. Y ninguna hija mía pasará por alto un día tan importante como su cumpleaños. Conseguí un hermoso vestido que puedes usar para la fiesta. Por supuesto no podrá venir tanta gente como quería, pero algo es algo. Debemos organizarlo todo; hay que escoger la música y tenemos que decorar el salón principal- mientras hablaba se podía notar como todos los planes se iban organizando en su mente.
-¡Pero si aún falta una semana! ¿No podemos esperar dos días al menos?
-Claro que no Elizabeth. Las cosas que salen bien son las que se organizan con tiempo, y por supuesto con amor.
-Bueno tía, si tu lo dices...-dije un poco acalorada, pues yo quería pasar el día en el jardín enseñando a Ricky a traer la pelota o algo parecido.
-Te oyes un poco desanimada. -A mi querida tía no se le pasaba nada...
-No tía, por supuesto que no. Es sólo que Ricky me despertó esta mañana muy temprano.
Pero en ese mismo instante sus ojos se abrieron muchísimo y me miró como si hubiera pasado por alto lo obvio.
-Oh querida, puedes hacer hoy lo que tu quieras. Se me acaba de ocurrir que sería mucho más emocionante si la fiesta fuera sorpresa, aunque claro que tu ya lo sabes, pero no sabrás nada de la decoración, la comida o la música hasta dentro de una semana. ¿Cómo no se me ocurrió antes?-dijo dándose un golpesito en la cabeza y desordenando un poco su elaborado peinado.
Todavía no estaba acostumbrada a que mi tía tuviera tantos gestos hermosos conmigo; así que tan sólo pude soltar unas risitas y ponerme roja.
-Pasar mi cumpleaños contigo sería suficiente celebración tía... Gracias por todo lo que has hecho por mi...
Ella me miró tiernamente por un largo rato y luego fuimos a desayunar.
Cuando me dirigí a la puerta principal a buscar la leche, me di cuenta de que no estaba. Fui a la cocina, Marie me miró y cuando se dio cuenta de por qué estaba ahí, me dijo que mientras mi tía y yo hablabamos aprovechó para recoger la leche. Le di las gracias por hacerlo por mi y le dediqué una cálida sonrisa.
El desayuno se desarrolló entre risas y alegres comentarios sobre la fiesta "sorpresa" que mi tía estaba organizando para mi. Después de comer me hizo algunas preguntas sobre mis gustos y mis preferencias acerca de música, colores, comida, etc.
Como mi tía estaba muy agetreada organizándolo todo para que la fiesta fuera (según ella) la más inolvidable y especial que jamás nadie haya ofrecido, pude cumplir mis deseos de enseñar a Ricky algunos trucos. Salimos al jardín y me senté sobre el césped -por supuesto Ricky se posó a mi lado de inmediato- tomé la pelotita que había sacado de un cajón en mi habitación y le lanzé.
De inmediato mi querido "Sir Attimor Lord Royal" salió corriendo y atrapó la pelota justo antes de que tocara la tierra ¡Vaya inteligencia la de ese pequeño animalito! Yo que creía que pasaría todo el día intentando que siquiera mirara la pelota.
Mi pequeña mascota hizo honor a su padre aquella tarde, al parecer el progenitor de Ricky era un atleta campeón en competencias caninas. De inmediato supe que había heredado esos dones de su padre. Su madre, en cambio, era omenageada por su porte y belleza, ganó casi todas las exibiciones en las que participó y al parecer Ricky tambien podría ser un perrito de exibición pues su tierna carita y su brillante pelaje eran realmente hermosos. Pero lo más bello de mi pequeño perrito eran sus ojos... Parecían dos pequeños lagos azules muy profundos en los que uno podía hundirse y no salir jamás. El iris tenía un color único, azul claro casi transparente y las pequeñas pupilas negras tenían a su alrededor un color más oscuro que en los bordes, como el azul del mar. No sólo era el color de sus ojitos, sino su manera de mirar... A Ricky no le hacía falta hablar, con una mirada lo decía todo y más.
Realmente amaba a mi peludo compañero, era el mejor regalo que me habían hecho y seguramente el mejor que me harían jamás.
La tarde fue muy fructífera, pude enseñarlo a sentarse, echarse, hacerse el "muertito", a girar y algunos sencillos trucos que había visto a perros mayores que él ejecutar en competencias; Ricky lo hacía incluso mejor que algunos canes que tenían entrenando toda una vida.
Sentí que el día pasó muy rápidamente y en un abrir y cerrar de ojos la noche ya cubría el cielo salpicándolo de estrellas. Me fui a dormir muy satisfecha con Ricky a mi lado.
A la mañana siguiente nadie me despertó. Al parecer mi pequeño amigo estaba muy cansado para moverse, pues se despertó incluso más tarde que yo.
Bajé las escaleras, recogí la leche y tomé un rápido desayuno. Mi tía me acompañó a comer y cuando terminamos me miró profundamente y me dijo:
-Mi niña, me parece que ya es el momento de que te muestre todo lo que dejó aquí tu madre. Cuando era pequeña solía pasar mucho tiempo aquí conmigo. Venía avisitarme casi todos los veranos y hay algunas cosas de ella que estoy segura que te interesaría ver.
No me lo esperaba... Me quedé mirándola unos segundos y luego sólo asentí.
Subimos al ático al terminar la comida. Nunca había ido allí.
Al final de la pared más ancha había un baúl de color madera con uns elegantes letras talladas a mano que rezaban: Elizabeth.
Me acerqué despacio y mi tía me dio un empujoncito para animarme. Ya sentada frente a aquella caja donde habrían seguro miles de cosas de mi mamá, noté como una lágrima corría por mi mejilla y el ritmo de mi corazón se hacía cada vez más lento y rítmico.
Abrí con cuiado la gastada tapa y miré adentro...
Estaba repleto de viejas fotografías en blanco y negro. Casi todo lo que había allí adentro eran fotos, pero al fondo se podían ver cosas viejas y casi todas rotas como peines, aretes y cosas por el estilo.
Pasé horas observando las fotos; y el parecido que tenía con mi madre cuando ella tenía mas o menos mi edad era impresionante. Había olvidado que mi tía seguá atrás de mi observandome con cuidado y tratando de calcular mi reacción.
Seguí escarbando entre aquellos dolorosos recuerdos, observé largo rato cada una de las fotografías y tomé entre mis brazos cada cosa que allí estaba. Me encontré con un viejo osito de peluche que ya no tenía un ojo justamente cuando estaba llegando al fondo... Lo tomé, giré levemente y pregunté a mi tía si podía quedármelo.
-Querida, puedes tomar lo que desees. Todo lo que allí se encuentra es tuyo.
Seguí mirándo todo por horas. Pero no fue hasta que creí que lo había visto todo que descubrí que al fondo del baúl había un vaporoso vestido color rosa con encajes en los bordes. Era el vestido más hermoso que había visto.
-Tía, yo... Bueno... Se que me compraste un vestido que seguramente es mucho más nuevo que este, pero...-no me salían las palabras; sentí un nudo en la garganta y mi voz temblaba un poco al hablar. Mi tía se dio cuenta de hacia donde quería llegar con esa tímida explicación y replicó:
-Por supuesto que puedes usarlo en la fiesta mi niña. Habrá que arreglarlo un poco, pero si es lo que tú deseas...
-¡Muchas gracias tía! No te imaginas lo importante que es para mi poder usar esto...
Las lágrimas siguieron brotand de mis ojos durante el resto del tiempo que pasé allí. Creo que pasé el día completo sentada ante aquel viejo y desvencijado baúl.
Comenzé a sentirme un poco cansada, y con la cara un poco hinchada por el llanto, enjuagué mis lágrimas, tomé el vestido, el oso, y algunas fotografías y bajé a mi habitación con mi tía a mis espaldas.
Aquella noche dormí placidamente. No me deprimí por el recuerdo de mi madre, sino que me alegré mucho de que mi tía me hubiera mostrado aquello. Así tendría más de sus cosas y de sus recuerdos.
Ahora que lo pensaba, casi todo lo que tenemos son recuerdos... Lo material viene y va, pero los recuerdos perduran por siempre; y los más especiales dejan huellas en tu corazón que jamás se podrán borrar aunque pases años tratando de olvidarlos.
Sí, estaba en lo cierto. Los recuerdos son lo más real y personal que tenemos. Se encuentran en una pequeña cajita dentro de nuestros corazones que está cerrada bajo llave; una llave que sólo nosotros mismos podemos encontrar para que cuendo sea necesario estos recuerdos llenen nuestras vidas con la alegría del pasado y las brillantes espectativas y esperanzas de un futuro cercano... Quizás más cercano de lo que podríamos imaginar...

1 motivos para escribir(::

Ariusk dijo...

Ahhhhhhh q hermoso capi las ultimas palabras son muy ciertas no hay q olvidarse de los recuerdos!! esos son aveces los que nos mantienen y nos pueden animar si los sabemos usar!! y el perro de Eli q curioso q es jeje me gusta!! sigo leyendo!!!

Publicar un comentario

Hola(: comenta lo que quieras, tu opinión siempre será importante y tomada en cuenta :D

¡Cuidado! Oh, bueno, puedes ver que hará^^

El botón que no hace nada El botón que no hace nada
free counters
IBSN: Internet Blog Serial Number 263-10-16-248